A veces el tiempo parece detenerse pararse en su alocada voracidad de vida consumida sin apenas degustarla. Nada ocurre Parece que solo los aromas se mueven y las gotas de lluvia en los invernales árboles, como incipientes hojas a punto de salir, se tambalean sin brisa, atesorando un brillante en su interior... Quietud, eternidad de un instante, sin detenerse sigue, empuja una acuosa hoja otras acompañan la caída en la clepsidra del universo no hay vejez en el tiempo se sucede nuevamente en un movimiento inexorable... Sin saber cuánto durará
A tiempo fijo florecen los arboles y también a su tiempo se desprenden los adornos de sus ramas A tiempo el río risueño, bullicioso y saltarín, goza de su desbordante caudal y también él sabe que hay otro tiempo donde pasará sed de identidad. A tiempo fijo los animales ejecutan ansiadas ceremonias sucesorias, tiempo luego de letargo y espera. A tiempo la luna va cambiando mes a mes siguiendo el ritmo conocido y constante como átomo aislado en el profundo infinito. Hay un tiempo de inicio un tiempo de gozo y vida, sin retorno, que llega al tiempo final, enigmático, desconocido. Cada tiempo a su tiempo, ahora, es aún momento de seguir volando en este tiempo vital.
En la orilla del río, un aliso, Con las primeras luces del alba, sostiene mi cansada espalda. Una explosión de colores estalla, contemplo el sonido, que, Invadiendo de partículas olorosas. dulcemente penetra en mi. Todos mis sentidos embriagados, El río aún en sus sueños, apresurados por llegar, de mares donde recalar, donde onduladas olas etéreas esperan diluirse en esa inmensidad. ávidas de nuevo caudal. Instalado ya el astro rey Dando vida a cada rincón se abren las flores a tanta luz. Brilla la revoltosa espuma de las olas, La vida se despereza y sonríe. El mar juega a anegar la tierra, y la tierra se acicala vistiéndose. pero le moja los bajos del vestido, sus mejores galas.
En la orilla del río, un aliso, con las primeras luces del alba sostiene mi cansada espalda. Una explosión de colores estalla, contemplo el sonido, que, invadiendo de partículas olorosas dulcemente se adentra en mi. Todos mis sentidos embriagados. El río aún en sus sueños apresurados por llegar, de mares donde recalar, donde onduladas olas etéreas esperan diluirse en esa inmensidad, ávidas de un nuevo caudal. Instalado ya el astro rey dando vida a cada rincón se abren las flores a tanta luz. Brilla la revoltosa espuma de las olas. la vida se despereza y sonríe, el mar juega a anegar la tierra y la tierra se acicala vistiéndose, pero le moja los bajos del vestido, sus mejores galas.
En el aire de la tarde, adentrándome en caminos inexistentes, flotando en el misterio de la nada como un Icaro sin alas.
Abajo lo conocido, se hace minúsculo, dominable, poca cosa. Arriba todo sigue igual: lejano, inmenso, sin trabas, abierto a todas las posibilidades.
Por ahí está la salida.
No es cierto que no podamos volar alto, "si vuelas alto se derretirá la cera de las alas". No las necesitamos, podemos volar sin ellas, podemos volar sin dioses, podemos volar juntos. Hay estrellas para todos.
El fuerte y húmedo soplo del Céfiro me arrastra, cabalgando, en las olas del estruendoso mar suavizada por blanda espuma. Hacia qué lugar me llevara esta barca, de toscas tablas y alocada vela, que muchas veces no se ni manejar. Qué puerto veré en lontananza, que me permita arribar, y descansar estos huesos ateridos y cansados de navegar. Vagando por la tierra inmensa, seguro estoy que me esperan aun grandes aventuras, nuevas navegaciones sin barca, por boscosos valles y altas cumbres, sin miedo bajo una ola a zozobrar, donde los caminos son más definidos y sopla el cálido y acariciante Noto.