Momento

Miro mis manos sobre las rodillas,
reposo la cabeza sobre el respaldo del sillón
y veo caer lentamente la tarde.
Hay un cambio en las luces,
aquella rama de arce,
iluminada por un rayo de sol
que las nubes filtran.
Sigo los saltitos del gorrión
picoteando el suelo, que,
satisfecho levanta la cabeza
y mira no sé a qué.
Los árboles aislados,
generan sombra sobre la pradera.
Una suavísima brisa
mueve las ya algo resecas
hojas del cerezo,
que vibran
como si un bóreas soplara.
Un silencio sonoro lo invade todo
en sutil orquestación.
Tardíos aromas de madreselva
me llegan lentos,
queriendo quedarse,
en esta quietud repleta.

Matinal

La primera mirada matinal
después de en la noche morirse un poco,
surge ansiosa, apurada, excitada
por agarrarse al esplendoroso día.
Un verde lo invade todo
en una mancha indescriptible
que poco a poco va mostrando
lo que contiene.
La mirada sigue inquisitiva
y se adentra por los huecos
que el rutilante color permite
deteniéndose en la rama de un árbol.
Todo está en orden
y desde la rama,
como cada día,
volar por los colores
adentrándose en sus misterios,
celebrando la vida
retomando los cielos.

Mar





Constante ir y venir.
Suavemente unas veces.
Impetuosa y golpeante otras
eres la dueña de todo.
El acantilado, quieto,
espera tu cambiante carácter
y aunque es duro,
se entrega como víctima
al altar de la insaciable demolición.
Dices que son otros los que guían tus actos,
que estás atada a sus caprichos.
Gea se queja de tantos golpes y
Eolo,
colgado de uno de sus cuernos,
se ríe y corteja a Selene.