Pasos meticulosos

Pasos meticulosos por el empedrado
de un camino que sube por la ladera.
El agua caída de recientes lluvias,
da un brillo metálico a las piedras,
y entre ellas discurre el agua
con ansias, al menos de río, donde
sobrepasar la categoría de arroyada.

Un secreto esplendor de ceniza,
envuelve el bosque con neblina.
Comparto el silencio con los desnudos árboles,
como columnas de un templo en ruinas
que pugnan por subir a lo más alto,
sus aún esplendorosos capiteles,
sumergidos ahora entre la blanca niebla.

Un bosquecillo de castaños llenos de lágrimas
que pendían de sus ramas en ausencia de hojas
define, por un momento,
de qué está compuesto el bosque.
Los árboles piden sol para que salgan sus hojas,
el agua busca cauces y orillas donde apoyarse,
los pájaros piden al silencio que se calle,
las hiedras suben raudas a adornar las copas,
de un árbol, cubierto de musgo su talle.

El viento abraza a los desnudos árboles.
Entre las sonámbulas nubes vacías,
se cuela un azul, que ahuyenta las últimas lluvias.
Allí todo lo durmiente bosteza y danza
sobre las últimas grises cenizas.
El agua se contorsiona entre las piedras
y los árboles se estiran un poco más
queriendo salirse al infinito...


El árbol y el rio

La ondulada agua del río
parece quieta en su vorágine,
cuando el sol enciende su superficie
y desde la parada e inmóvil orilla,
plena soledad sin ondas,
un solo árbol contempla inquieto el incendio.
Lleva tiempo preguntándose
¿Adónde va el río tan constante?
Ni desde las ramas más altas
logra ver el ansiado destino,
una vez el viento arrancó una rama
y la vio flotando en el agua y alejarse.
¿Adónde va el río tan constante?

Desde una rama un mirlo,
al dorado atardecer cantaba,
a falta de aire las hojas cercanas se mueven,
agradeciendo al mirlo su balada.

Oscuridad

Un gélido azul se fundió en gris,
conforme avanzaba, la oscuridad
fue invadiendo todo a su paso.
Desapareció la percepción de lo lejano
y lo cercano no era más que un abismo oscuro.
El parloteo ruidoso de los cantos rodados,
en las invisibles aguas del arroyo, rompen
el silencio de los aromas de las adelfas,
acompañan al vacío oscuro, como
el canto enigmático de la curuxa,
un ladrido de un perro en lejanía...
Hasta que salga la luna y su corte de estrellas,
el abismo oscuro se llenará de silencios.

Noche en el erg

Es de noche en el erg.
En el borde inestable de una duna,
brilla insistente por los no rayos de la luna,
un diminuto grano de cuarzo,
que indiferente ante la vasta lejanía,
admira desvanecerse en la oscuridad
el brillo de otros granos,
¿de igual naturaleza e iluminados
por iguales silenciosos resplandores?
La fugacidad del tiempo parece detenida.
De la oscuridad un brillante cuarzo ha caído.
Con esas brisas estelares, en la duna,
se mueve el borde arenoso y la estrella brillante,
se desestabiliza y rueda duna abajo.
Desvaneciéndose.

El olor a naranjas



Temprano en la mañana cruzo
la ciclópea puerta de los leones.
El gris de la caliza aún no reverbera,
por el calor que pronto ha de surgir
de un sol que amarillea el cielo azul.
La magnificencia de la puerta deja pequeñas
las estancias donde habitaron los micénicos.
Sobrevuela la ciudadela un águila,
justo para pensar que el dios está regresando.
Dejo al pensamiento volar como ella
al intentar extraer la magia del mundo pétreo.
Cuesta distinguir la ciudadela
del gris promontorio donde está situada.
La puerta, grabada en la mente desde niño,
como para confirmar la memoria,
surge ahora más grande y bella.

De la reluciente llanura argiva, el viento trae,
olor dulce a naranjas maduras.