En el aire de la tarde, adentrándome en caminos inexistentes, flotando en el misterio de la nada como un Icaro sin alas.
Abajo lo conocido, se hace minúsculo, dominable, poca cosa. Arriba todo sigue igual: lejano, inmenso, sin trabas, abierto a todas las posibilidades.
Por ahí está la salida.
No es cierto que no podamos volar alto, "si vuelas alto se derretirá la cera de las alas". No las necesitamos, podemos volar sin ellas, podemos volar sin dioses, podemos volar juntos. Hay estrellas para todos.
El fuerte y húmedo soplo del Céfiro me arrastra, cabalgando, en las olas del estruendoso mar suavizada por blanda espuma. Hacia qué lugar me llevara esta barca, de toscas tablas y alocada vela, que muchas veces no se ni manejar. Qué puerto veré en lontananza, que me permita arribar, y descansar estos huesos ateridos y cansados de navegar. Vagando por la tierra inmensa, seguro estoy que me esperan aun grandes aventuras, nuevas navegaciones sin barca, por boscosos valles y altas cumbres, sin miedo bajo una ola a zozobrar, donde los caminos son más definidos y sopla el cálido y acariciante Noto.
Al igual que mirando ensimismado, como el sol va mostrando cada parte de los objetos iluminados, adentrándose hasta los mas recónditos rincones, de igual manera contemplo: tu deslumbrante armonía, tu sonrisa siempre en los labios, tu desbordante cariño presto a envolverme, tu llegar cuando aún no hemos llegado. tu...
Recuerdo el sol cegador bañando tu cuerpo en idílicas playas, donde, amor, ese chiquillo alado y alocado, se entretenía lanzando flechas con su arco, mientras nosotros aprovechábamos, los divinos rayos, las cálidas aguas y la blanda y fina arena, que, en nuestros juegos, nos vestía con un manto rugoso, perfumado con el oloroso manantial de los placeres. Recuerdos que no están en el lugar donde habita el olvido, están cada día presentes, aumentando nuevas ilusiones y aunque el sol deje de brillar, y el inmenso mar se seque el alado arquero vendrá a visitarnos
La aurora resplandeciente cubría con sus rosas gasas, por unos instantes, la superficie del mar mecida por una brisa inapreciable que no perturba, tan solo pequeñas ondulaciones rosadas ahora en sus crestas. Con un ritmo órfico como de remeros del Argos, el mar, repite incansable sus ansias de invadir tierra firme. Me despierto de un sueño dulce bajo un frondoso plátano, cuando Eos, recogiendo su rosado tul alcanza la altura del cielo descendiendo el Céfiro hasta el horizonte en el mar.
Con gesto reincidente y diario, te levantas a interpretar, el mismo personaje de este teatro sin bambalinas donde refugiarse, sin texto definido, sólo algunas orientaciones. Recorres con la vista el escenario y este, sin más, te engulle. No hay opción. Todo en su sitio para que empiece la función. Luces y arriba el telón, eres quien sale a escena. Piensas en crear un nuevo personaje, darle un giro a tanta interpretación manida, pero la costumbre impera y empieza la representación, exactamente igual que siempre, lo conocido, sintiendo lo que va a suceder, Tiempo no lo borra todo en su huida, no se sabe dónde, lo guarda en la memoria. Ya metido en el personaje y la función empezada no es momento de cambios, mañana habrá otra puesta en escena, y tal vez...
Tanto amor olvidado Tantos desamores no atendidos Tanto silencio escuchado Tantos gritos no oídos. Tanta ansia no saciada Tantas conquistas no disfrutadas. Tanto olvido recordado Tantas realidades si olvidadas. Tanto odio acumulado Tantas caricias desaprovechadas. Tanto dicho sin palabras Tantas palabras mal dichas Tanto pensamiento no expresado Tantas ideas invadiendo todo Tanto poder en unos pocos Tantos, no pocos, bajo un poder Tanto y tantos y por lo tanto Tantos asuntos por resolver.
En los días de luna, la ventana abierta, la luz se cuela y llena las paredes de sombras como si fuese pleno día, dando un blanquecino color a los objetos iluminados. La canosa luna presume de sus blancos cabellos. ¿Qué edad tendrá la luna? No me refiero a la edad geológica. Pienso en el momento en que, alguien, mirándola fijamente quedó hechizado de su fulgor y elaboró bellos pensamientos. ¿Ya estaba canosa en ese momento? Sigue la luna derramando blancos cabellos sobre la habitación, destacando también el paso del tiempo en el sillón arrugado y desvaído de color, y una franja ilumina mi cabeza, mostrando los cabellos canos.
Escucho el silencio cargado de sonidos introduciéndose en mis oídos, como un susurro, derramándose por todo mi cuerpo como la espuma del mar cuando el barco corta la superficie ondulada. Siento esa espuma instalarse en mi cabeza buscando imágenes que correspondan con los sonidos del silencio y ajustarlos. Difícil tarea, pues hay imágenes que no encajan con silencios sonoros, pero sí con silencio. Así nos dimos el primer beso, Así descubrimos el arte de Venus y así, en silencio, dimos gracias a aquellos primitivos organismos unicelulares que perseveraron para que ahora estemos aquí, contemplando al imponente y luminoso, dador de vida, traspasar la línea de la montaña, dejándonos todo iluminado de una luz silenciosa. El sigue en su tarea de revolver en los recuerdos en busca de imágenes anodinas, nosotros seguiremos contemplando el silencio.
El mar en mayo ofrece un frescor de aluminio brillante sobre un fondo oscuro manchando también la arena que la bajamar descubre. La marea deja en la arena formas a modo de diminutas dunas que semejan las arrugas de la frente de Neptuno. No hay oleaje que interrumpa la quietud y los brillos metálicos se expanden evocando placidez. Tensado, el horizonte, brilla parcelando la imagen, de sombras y abismos que se mecen, en una ebriedad de vacío perforado.
Cuadro de Encarnación Domingo en el Ayto. de Castrillón (Asturias)
En su quietud, la roca me mira, erguida, altanera, con pretensiones de diosa en marmóreo templo, y yo contemplo su naturaleza.
Recibe con agrado la lluvia que lava sus impurezas, el sol la seca, y resplandece nuevamente su glauca superficie. A su lado, un haya joven, le proporciona algo de sombra, y ella la deja alimentarse de su frescura
Me detengo a su lado. apoyo la espalda en el pétreo sillón, Respiro Hondo. Veo que el haya me mira, ¡no he elegido su tronco para apoyarme!
Como en un susurro al oído la roca me pregunta: ¿Cuanto tiempo estaré, así, inmóvil? No recuerdo la última vez que notó un cambio...
Sonrío al pensar que me hable una roca. La pregunta se repite, pero, no sé como responder desde una vida efímera a tanta longevidad...