Dioses

Triste se pasea la mirada en la noche,
cuando la luna no sale,
saltando de una estrella a otra,
formando constelaciones inexistentes,
preguntando con temor a la noche,
en la radiante unidad celeste,
sin que se entere el silencio.

Brilla el silencio en sus soledades,
estanque nocturno donde se reflejan,
temblando luces que no se mueven,
con ondas, si alguien una piedra arroja.

Abismo nocturno del negro cielo.
Sin nube o humo que acerque distancias.
Del reflejo trémulo del inmenso lago,
sentimos temor a no alcanzar sus lados.

Debilidad del hombre, ¡tan alejados los dioses!
busca, en los astros, que aquellos manifiesten
señales, en arcanos escritos. Arúspices, augures,
astrólogos merodean por las calles, ofreciendo
interpretarlo todo, al gusto de los comensales.

La noche hace un guiño a la aurora
y esta sale.

Entre ramajes

Entre ramajes de árboles asolados,
la calma repentinamente tomó posesión,
Calma de aire tibio y meditativo.
Intenso instante de la imaginación,
a la espera, prediciendo lo que acontece,
lo que en posibilidad puede llegar a ser,
distanciándose la realidad de lo imaginado.

Firmes los árboles a sus profundidades,
Se yerguen compitiendo en altura,
extendiendo sus ramas como brazos,
a la brisa que rompe la calma
e inician un baile pausado.

La vida, la existencia es esto. 
Muchos días, día tras día. El decorado
también se repite y se repetirá, al final,
de los días, a cada uno asignados.
El árbol moviendo sus ramas,
al sentir el empuje del aire,
aquella nube que ligera pasa
y parece que ya la vi antes.
Y el pensamiento, movido,
por un viento huracanado,
pasa alocado como la nube
y parece que ya lo pensé antes...

De un fanal ya en la orilla

De un fanal, ya en la orilla
donde el mar le brinda su herrumbre,
aún luce mortecino su fulgor,
nacarando de una libélula el ala,
como una incipiente alba imaginada.
Perdido el oficio en la popa 
de buques en mares encrespados,
iluminas, como un cirio, la penumbra,
cediendo eco íntimo que atesora,
herida de luz la sombra asediada.
En esplendor lo oscuro ha quedado,
claridad vehemente e irisada,
devuelves pronto al escenario
el rostro radiante de las sombras.

Deslizo la vista

Deslizo la vista sobre un campo de luz,
al que da color un frío y tenue sol,
lleno de formas vagas y confusas 
que se vislumbran entre la neblina,
como saliendo de un oscuro sueño,
región caótica y sombría,
a la espera de despertar 
en la nitidez de las cosas.

Azar 

El hilo enrollado en el ovillo
ansias tiene de lienzo oscilante,
pero guardado, sin airear, en el armario queda.

La rosa, por unos rayos del sol de febrero,
animada a exponer su color y aroma sale.
Cuando el aroma extasía a los insectos,
una nieve envidiosa trunca su talle.

Como imitando al vecino, un abedul,
joven a la orilla del camino, se estira
a alcanzar las copas de los que iguala,
sintiendo ya casi el aire en sus hojas.
Con las últimas lluvias, el terreno se ha deslizado,
truncando la vertical que el árbol aspiraba.

Extasiado, a la espera del encendido ocaso,
que el sol en escarlata viste en su caída,
llegada la nostalgia en compañía,
unas nubes lo tornan en fracaso.

¿De quién es…?

¿De quién es la hoja dorada en otoño?
¿De quién es el árbol que sustenta la hoja?
¿De quién es la lluvia? 
¿De quién el sol?
¿Tiene dueño la luz de la tarde?
¿Y la nube, el viento, la mar?
¿Tienen dueño?
¿De quién son las palabras y sus dichos?
¿De quién es la risa y el sollozo?
¿Quién es el dueño del verde de los bosques?
¿Del frescor del agua y del sonido de la cascada?
¿Tienen dueño?
¿Tiene dueño el dueño?

Lanzándose al abismo

Lanzándose al abismo de la noche, 
sin red que amortigüe su caída,
una estrella errante cruza los límites,
del circo donde funámbula,
sortea el imperio de las nubes,
al igual que la vida que la imita.

Estáticos estáis ahí dentro resplandeciendo.
Duros brillos metálicos os guardan.
Afuera, errantes, destinados a serlo,
os miramos extasiados, caminando,
de paso en paso creando
un porvenir sin confines ni señales,
los blancos espacios de los días,
rellenando con trazo firme
todo el cuaderno de la vida.

Los sueños dejan…

Los sueños dejan, igual 
que los pasos en la orilla del agua,
huellas, perecederas, firmes
que la ilusión machacona y constante,
quiere imponer a la realidad,
hasta que la ola las borra entre
espumas y silencios, dejando
leves recuerdos de su forma al retirarse.
El tiempo en la desdibujada arena,
espera que regresen con la marea.

La fuerza del sol en el ocaso,
navegando firme sobre las olas
forma una estela, de ensueño,
que se acerca a la orilla, 
donde solo pudimos presentir
los deseos en la sombra.

Caverna mágica

En el frescor de lunas y auroras
de arroyos alocados y cantores,
creciendo en ríos caudalosos,
donde se reflejan las nubes,
lluvia blanca con fondo oscuro,
el vuelo templado de un ave,
cruza la visión del cielo 
dejando entre los árboles, 
sonidos de cantos melodiosos 

La luz del sol entera mana
deslizándose por hojas, ramas
extendiéndose por la pradera,
hasta llegar a la orilla del río
dejándose llevar por el agua,
flotando, como escamas de plata.

El día repite su cotidiana misión,
real e imaginada, se funden 
formando una misma delicia,
caverna mágica que es la vida.

Reloj dorado

El reloj dorado con cronómetro
en la repisa de la chimenea,
se deshace, 
al calor de troncos encendidos,
de un haya joven y seca 
creando un universo de estrellas,
que titilan en la oscuridad.
Los segundos, dorados, 
gotean tiempo con cadencia,
formando en el suelo charcos
de horas consumadas,
en un todo de brillo prestado