Las hojas más altas de la copa,
donde la luz temblando se resiste
a dejar en penumbra el entorno,
del haya orgullosa entre la fronda,
despiden al sol que se entrega al abismo.
Las sombras invaden el espacio,
y es momento de dejar que los sueños,
etéreos e incorpóreos, como ellas,
rememoren, endulzando, lo pasado.
Cogido al sueño de la mano,
recorro la mañana refrescante,
donde cada gota de rocío
es un mar inmenso y navegable.
Al mediodía, sin sombras, el sol
en lo alto, está dispuesto a quedarse.
Soñando que es un sueño,
cierro los ojos un instante.
Cuando los abro veo, el árbol
en sombra larga estirarse.
Despacio, con desgana y triste,
el sol, emprende su crepuscular viaje
a la Aurora y su mañana busca...
fueron mis sueños enredándose.









