Algunos escalones, moldeados, por pisadas constantes y circulares, conducen a lo alto de la torre, desde donde, la antes angustiada mirada, se extiende y acomoda sobre la campiña que esplende bajo el azul dosel.
Atalaya natural, es la torre a falta de lomas, en el panorama castellano. Verdea aún el trigo, tachonado de amapolas, en los largos campos de pan. Los cielos invernales se rinden ante el triunfante sol de primavera, dejándolos cálidos y serenos. El trigo con ansias de llegar a fermentar, aprovecha para tímidamente amarillear.
Los pocos árboles del paisaje, bordean delimitando el camino. Cuando amarilleen los trigos, será el único verde del campo, que como río, serpenteara las mieses.
Caída la tarde y de violeta anochecida, sentado al amor del cálido fuego, con un trozo de pan en la mano, busco, atrapado en él, el paisaje.