A través del aire de la mañana, fresco y tranquilo, reposaba el paisaje en su verdor. Los plateados abedules, con sus recientes hojas, alabeaban sus copas, presumidos. La mirada descansa en las herbáceas laderas.
El cielo se cubrió de blancas nubes locas, y como ovejas correteaban en el azul. Arremolinándose, como en aprisco, se tornaron en oscuros nubarrones, que descargaron, con estruendo, su diluvio
Los iluminados manzanos acudieron, con los pétalos de sus flores, flotando como copos de nieve, en la acuosa algarabía.
Las nubes se fueron deshaciendo y nuevamente el sol con fulgor surgió, rutilante verde surgiendo del agua, nieve de los manzanos aún cayendo.
En los vidrios de las ventanas, restos de la tormenta. Gotas de lluvia atrapadas, inician sus raudos viajes, con destino claro, hacia la arroyada. Por distintos caminos bajan, encontrándose en encrucijadas, uniéndose, para más rápido ir en la bajada.