Subido al extremo de la rama de un abedul aun con hojas contemplo nuevos espacios abiertos desde abajo insospechados. Ya sé que os parece absurdo, la rama no aguanta mi peso, pero si decidí subir era para mirar ese mundo nuevo que se intuía desde abajo y desde la rama y con ella, sentir el atardecer desde allí. Desciendo por el tronco cuando el sol dora la corteza blanquecina del abedul y me cruzo con una hormiga que hace el mismo trayecto con inquietudes diferentes a las mías. No le sorprende si aguantará la rama mi peso. Así son las hormigas, van a lo suyo. Sombras nuevas y vivas por el brillo del agónico sol van resaltando los bordes de las hojas…