Con gesto reincidente y diario, te levantas a interpretar, el mismo personaje de este teatro sin bambalinas donde refugiarse, sin texto definido, sólo algunas orientaciones. Recorres con la vista el escenario y este, sin más, te engulle. No hay opción. Todo en su sitio para que empiece la función. Luces y arriba el telón, eres quien sale a escena. Piensas en crear un nuevo personaje, darle un giro a tanta interpretación manida, pero la costumbre impera y empieza la representación, exactamente igual que siempre, lo conocido, sintiendo lo que va a suceder, Tiempo no lo borra todo en su huida, no se sabe dónde, lo guarda en la memoria. Ya metido en el personaje y la función empezada no es momento de cambios, mañana habrá otra puesta en escena, y tal vez...