En su quietud, la roca me mira, erguida, altanera, con pretensiones de diosa en marmóreo templo, y yo contemplo su naturaleza.
Recibe con agrado la lluvia que lava sus impurezas, el sol la seca, y resplandece nuevamente su glauca superficie. A su lado, un haya joven, le proporciona algo de sombra, y ella la deja alimentarse de su frescura
Me detengo a su lado. apoyo la espalda en el pétreo sillón, Respiro Hondo. Veo que el haya me mira, ¡no he elegido su tronco para apoyarme!
Como en un susurro al oído la roca me pregunta: ¿Cuanto tiempo estaré, así, inmóvil? No recuerdo la última vez que notó un cambio...
Sonrío al pensar que me hable una roca. La pregunta se repite, pero, no sé como responder desde una vida efímera a tanta longevidad...