La primera mirada matinal después de en la noche morirse un poco, surge ansiosa, apurada, excitada por agarrarse al esplendoroso día. Un verde lo invade todo en una mancha indescriptible que poco a poco va mostrando lo que contiene. La mirada sigue inquisitiva y se adentra por los huecos que el rutilante color permite deteniéndose en la rama de un árbol. Todo está en orden y desde la rama, como cada día, volar por los colores adentrándose en sus misterios, celebrando la vida retomando los cielos.