Puesta al sereno un agua clara
al rato vienen a reflejarse en ella,
estrellas, luna y hasta
las escasas nubes de
noche estrellada.
Pero aunque seamos capaces
de encerrar el cielo en un caldero
siempre será un simulacro.
No otra cosa es
cuando mirándonos al espejo
creemos estar viendo
nuestra imagen, ilusión óptica
producto del azogue, que,
en su disimulada imitación,
pretende engañarnos
sacándonos de la realidad.
