La fina y amarillenta arena no finaliza al encontrarse con el agua, continúa interminable el brillante color abarcándolo todo y el inexistente mar, que parece haberse fundido con el cielo, amenaza, empujado por el sol, desplomarse sobre la superficie ondulante. Aplastante desmesura de infinitos, que invita a frenar los pensamientos, a dejar volar los sentidos aspirando el silencio, sólo roto, por la emocionada respiración. El paisaje atrapa en su esplendor, la dureza y altanería de lo extremo. Un inmenso río, da una gran vuelta, en esta inmensidad triturada refrescando a su paso la vida, el aire y el infinito.