La lluvia caída en la tarde rellena las oquedades del suelo forma un espejo donde miro pasar las nubes liberadas, en busca de inmensos mares donde rellenar sus ubres vacías. ¡Cuánto ganan las miradas, cuando estas no son perdidas descubriendo ignotos rincones, bajo la niebla, de una vida sumergida!. El tiempo, invisible, como el aire, modula a tiempo toda superficie transforma todo a su paso, la montaña, el árbol, el hombre, la rosa. La amable luz de la luna, con su hermoso semblante, ilumina a Átropos. Nadie sino ella permanece, dispuestas y afiladas las tijeras, siempre del fatídico hilo pendiente.