En un resplandor de pura nada,
se extendía en el cielo la constelación.
Un puñado de puntas de daga brillando
en el silencio opaco de la noche.
Lo distante parece que se vuelve cercano,
pero no resuelve el enigma,
son zafiros que delimitan la noche
en su vacío sin límites, donde,
avanzamos a tientas y
esas luces dagas, no indican destino,
tan solo entretienen el camino.
