Tarde invernal de primeros de marzo. Las nubes grises, de tan juntas, han pintado el cielo de un continuo gris metálico y se han atrevido a mojar las primeras flores asustadas del cerezo con una lluvia fina e imparable. Enfrente, en la ladera y debajo del calcáreo roquedo, los árboles aún desnudos forman una masa oscura que se va también, como el cielo, compactando en un oscuro color, con algún atisbo de verde, mientras cae la tarde de manera anodina. Guardo en la memoria otros coloridos atardeceres, de los que mi retina revive para darle algo de color a una tarde invernal de primeros de marzo.