Tras el cristal de la ventana llueve. Grises nubes cubrieron el cielo negreando el día, acercando con rapidez la oscura noche. Un frenético viento azota y cimbrea los árboles al compás de la lluvia, el extremo de una rama, sin hojas, roza el cristal de la ventana, añadiendo un atemperado acompañamiento, a las gotas que bailan en el suelo. La tarde se consolida en un horizonte anubarrado, sumando grises.
Entre los bordes de unas nubes, en su impetuoso impulso a mezclarse y oscurecerlo todo, los últimos rayos, sacados del horizonte, pintan de cárdeno el cielo.