El hombre camina,
ahora en tierra firme,
entre las casas apretadas, calle abajo,
en un suelo de cantos incrustados,
por donde circula el agua sin mojarse.
Llega a las grandes losas talladas
que circunvalan el puerto.
Al fondo negro y solitario
al borde del agua el noray espera.
Sobre él se sienta con mirada lejana
en busca de un horizonte donde detiene la vista,
en un cielo por el que corren nubes
que semejan veleros surcando mares….
Los últimos colores de la tarde van cayendo.
El horizonte se difumina en oscuros.
La mirada se acerca henchida de nostalgia.
Con el extremo del bastón recorre
la unión de dos losas del suelo,
se detiene en dos escamas de peces
que brillan adheridas, como estrellas,
al encenderse el sol de una farola.