De un fanal, ya en la orilla donde el mar le brinda su herrumbre, aún luce mortecino su fulgor, nacarando de una libélula el ala, como una incipiente alba imaginada. Perdido el oficio en la popa de buques en mares encrespados, iluminas, como un cirio, la penumbra, cediendo eco íntimo que atesora, herida de luz la sombra asediada. En esplendor lo oscuro ha quedado, claridad vehemente e irisada, devuelves pronto al escenario el rostro radiante de las sombras.
