Asegura los estayes del trinquete al bauprés
y en homogénea materia navegada,
el ritmo a la deriva te ira llevando,
las olas contra el casco, nácar blanco,
ondulando en vaivenes la planicie,
abismos que florece el horizonte
agrupados en un acorde de color infinito.
Repiten sinuosos los signos desde dentro.
El enigma del fin es lo que cuenta,
envueltos en la seda sucesiva,
no hay estrellas que marquen el destino.
Una forma crispará cielo y seda
acorde con la ley, límite y borde,
y en alegre anáfora gritando,
¡tierra! ¡tierra!